Los gatos de Vilariño

En Vilariño los gatos saben latín y maúllan con acento gallego, con esa cadencia propia de las Rías Baixas, melodiosa y contundente.

A los gatos, en Vilariño, los llaman "jatos" aunque no lleven ni cencerro ni cascabel,  y éstos no entienden otro apelativo que el que comienza con la rotunda fricativa.

Los gatos ("jatos") cruzan las veredas despacio, conocedores del terreno, sabedores de que allí no será interrumpida su solemne marcha. No hay vehículos que puedan sorprenderlos sin anunciar su llegada desde lejos y sólo otro de sus semejantes osaría arrimarse sin pedir permiso.

Son estos gatos vilariñeses, gatos fuertes, vigorosos, porque las sobras de las que se alimentan son consideradas manjares en otros puntos del planeta. Cuando no comen raspas de lubina, degustan restos de maragota ("marajota"), limpian las cabezas de las xoubas, o incluso pueden mordisquear algún pedazo de empanada de croques, si algún paisano tiene a bien de presentarles tal ofrenda. Ofrenda bien merecida, porque probablemente, son "os jatos vilarinhenses", sin saberlo, los guardianes del paraíso. Quizá lo intuyen.

O quizá saben más que eso. Quizá se saben reyes. Los reyes de la creación.

Vilariño, 2015